12 abril 2007

A qué se debe, debe,...


Dos luceros negros
revuelven y anudan,
a un tiempo,
mi sentir, mis emociones,
ahora arriba, ahora abajo,
alegría allí, tristeza aquí,
y son palabras aladas
que no flechas envenenadas
las que alcanzan
mi espíritu.

A qué se debe, debe,
a qué sabe ese frío helado
que anuncia el verano,
rosa, blanco y dulce...

Y qué tenían esos tochos,
esos que se alzan
en el regazo, en el vientre,
de dos líneas infinitas
camino del horizonte.
Bajo esa reliquia,
estabas tú, yo te ví, sí, a tí,
que no a un espectro.

Y esa Iglesia
de barrio obrero,
sin ley,
otrora roja y comunista,
frente a ella te me alzas
sobre mis hombros,
con tacones
que no alcanzo.

Y miro, y no me miras...
¿Silencio? ¡No! ¡Imposible!
Las palabras no pueden parar...
nunca, nunca, nada...

Y esos pasos de aquí a allá,
de allá para aquí,
de banco a banco,
ahora éste, ahora aquél,
flotando el tiempo,
suspendiendo el frío.
¿Era Venus?
No, un satélite.

¿No es alcanzable lo infinito?
¿No se puede ser libre?
Qué tendrá la libertad
que nos da miedo,
que le ponemos límites
cercos, muros,
que devenimos siempre,
siempre, esclavos
de esto, de aquello,
de lo otro.

2 comentarios:

Shelley dijo...

Se debe a la luna llena y a la luz del sol al levantarse.
Se debe a la tristeza.
A la soledad.
Quizás también a los amores contrariados.
Y como debemos, tenemos que seguir no esperando nada. Es lo único que nos hará libres.

miguel dijo...

edu eres un friki juan luis eres un cabron jona eres un fenomeno ivan eres el mejor