31 julio 2007

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Olvido,
si aún no me has olvidado,
por favor, cógeme de la mano,
en el ruido,
húndeme sin pantano.
Si aún no me has olvidado,
por favor, no seas cruel,
no juegues a ser de ayer,
no te canses de perder,
no me mientas,
no me digas la verdad,
no me ayudes a engañar.
Si aún no me has olvidado,
por favor,
olvídame.

26 julio 2007

Lunas ciertas


Estábamos destrozadas. Eran las cinco de la mañana y aún teníamos que esperar una hora más a que llegara el tren. María, Carla y las demás ya habían cogido el metro de vuelta a casa. Yo también podría haberlo cogido, pero tú y yo no tenemos por costumbre dejarnos solas esperando un tren. Tú vives más lejos y tus trenes pasan menos, no me importa hacerte un rato compañía. A la ida ya dijimos sonriendo aquello de que “vinimos juntas y no dejaremos atrás a nuestras compañeras!”. Me encanta decir esta frase, a pesar de que no me gusta demasiado el cine bélico…


“Esta maldita hora se está haciendo eterna!”. “Lo que daría yo ahora por un cafelito!”.
Después de haber ojeado varias veces los restos de un diario gratuito de hace dos días que estaba tirado al lado nuestro y de haber examinado con profundidad la manada de gente rara que llegó a la estación (eternos alcohólicos, algún salido que nos mira demasiado, un grupo de garrulos que gritan mucho y algunos frikis más), repasamos la noche…


“Deja de preocuparte, que importa si te vieron llorar!”, “Ese impresentable está jugando contigo, no te merece, tienes que romper esa relación, sufres demasiado. Ya te dije que no debías mezclar trabajo y placer, ¡y menos con el jefe de la oficina!..”, “lo que pasa es que tu y yo somos demasiado enamoradizas…”, “¿Cómo fue la cena de empresa el otro día?”


Luego nos pusimos a reír a carcajadas (la gente de alrededor pensaría que éramos idiotas) mientras recordábamos las fantasmadas de aquella noche del novio de María (“Si no sabe ni bailar!! Y pone cara de enciclopedia, como siempre, hablando de música”), lo mal que nos sentaron tantos chupitos de tequila y la empanada que lleva el camarero de nuestra cafetería de siempre. “Al final tendremos que hacer lo del Círculo, a veces María tiene hasta buenas ideas y todo!”.


“Por fin llega el tren!”. Nos subimos a él y nos tiramos a la bartola en los asientos. “Creo que estamos solas en todo el vagón, menos mal que los garrulos chillones se fueron al otro”. Nos miramos con comprensión, no hace falta hablar para comprendernos. Acabamos apartando nuestras miradas llenas de melancolía, desamor, sueño, amistad y esperanza y miramos por la ventana. “Se está haciendo de día…”, “Me encanta ir en tren…”.

“Estoy muy cansada, creo que no volveré a ir a esos conciertos nunca más”, “¿No dijiste eso mismo el año pasado?” “He leído el poema que me enviaste, me ha encantado”, “¿Crees que se habrá dado cuenta que me gusta?”

17 julio 2007

Quins tan segurs consells vas encercant

¿Quins tan segurs consells vas encercant,
cor malastruc,
enfastijat de viure,
Amic de plor e desamic de riure?
¿Com soferràs los mals qui et són davant?
Acuita't, doncs, a la mort qui t'espera.
E per tos mals te allongues los jorns:
aitant és lluny ton delitós sojorns
con vols fugir a la mort falaguera.

Braços oberts és eixida a carrera,
plorant sos ulls per sobres de gran goig.
Melodiós cantar de sa veu oig,
dient: "Amic, ix de casa estrangera.
En delit prenc donar-te ma favor,
que per null temps home nat l'ha sentida,
car jo defuig a tot home que em crida,
prenent aquell qui fuig de ma rigor".

Ab ulls plorant e cara de terror,
cabells rompent ab grans udolaments,
la Vida em vol donar heretaments
e d'aquells dons vol que sia senyor,
cridant ab veu horrible i dolorosa,
tal com la Mort crida al benauirat
(car si l'hom és a mals aparellat,
la veu de Mort li és melodiosa).

Null hom conec o dona a mon semblant,
que, dolorit per Amor, faça plànyer;
jo són aquell de qui es deu hom complànyer,
car, de mon cor, la sang se'n va llunyant.

Llir entre cards, l'hora sent acostada
que civilment és ma vida finida:
puix que del tot ma esperança és fugida,
ma arma roman en aquest món damnada.

Ausiàs March

Nada más lejos, o el grito de las sinrazón


Eran casi las cinco y la conversación no daba de sí, las dos estábamos como en otro planeta. La calefacción brillaba por su ausencia y el cuerpo me recordaba que este año la primavera tardaba en llegar. “Jefe, otra manzanilla, con un chorrito de anís. Y tu, niña, ¡¿te tomarás otro café?! Aunque no te quite el sueño no es bueno, te tomaste uno ya, y era doble, te gustan las cosas con carácter para según qué”. Te mosqueaste y me supo mal, sabes que no tomo café porque me sienta horrible, y las infusiones sin el toquecito parecen agua.

El camarero nuevo tiene un aire interesante, pero parece que le de miedo servir las consumiciones, estará atontado como el ambiente del local. Durante un segundo, quizá por el anís y tu cafeína, nos olvidamos que estabas cansada del curro y que mis exámenes de invierno habían sido menos buenos de lo esperado. Que si los hombres mucha boca pero no están liberados sexualmente, que si hay que saber valorar la amistad, que basta ya de tanto ocio para tontos, que si…

La luz ya no entraba por los balcones y mi reloj de estudiante me mandaba a la cama, al despedirnos te recordé que debíamos hablar sobre lo que dijo María el sábado, antes de marearse saliendo del bareto de los chupitos, eso del Círculo de Mujeres, tías normales que viven para el mañana mejor. Estuvo fina la niña. Unas risas, dos besos y pa casa.

No había manera de dormir, el estómago me ardía y el examen de Bio Animal se repetía en mi cabeza, era de sobresaliente, y por esa menudez me quito un maldito punto, un notable en el expediente por los ovarios de la profe. Jeje, que gracia María, lo del Círculo de Mujeres es buena idea, una paja mental divertida. Con las amigas, chicas de barrio, de la gran ciudad, dar vueltas irónicamente sobre que podemos hacer la gente normal para mañana, pasado, el otro y el otro vivir todas un poco mejor. Ésta, a veces le gusta hacernos tragar eso de que es la rubia tonta del grupo. Seguro que ni se fijó en que decía, des que está con el tipo ese parece la más lista, todo postín.

Llegué tarde, venía del centro, des que la Rosa Mari cerró cada vez hay que ir más lejos para depilarse sin dejarse el sueldo. “Jefe, una manzanilla, con un chorrito de anís y un par de cubitos. Y tu niña, sigues con el café? Vale, ahora es doble y con hielo, un poco de variedad, tienes razón. Cualquier día te pilla una taquicardia con tanta cafeína.” Reíste, hacía tardes que no te veía reír. Entre el curro en la oficina, que te dan cada día las tantas y el rollo cansino de María y las demás, te están jodiendo las primeras semanas de terracitas, minifalda y sueños playeros.

Que si el discurso postmoderno de Carla, Carlos para las amigas (vale joder, sabes que no tengo nada contra las lesbianas pero es pesadita), las otras todo el día alabando y razonando desde las alturas su heterosexualidad, el novio de María que va de integrao y de gallito (como si lo escuchara “cualquier día cogéis el coche y os llevo de tapeo en Logroño o en Pamplona y quedareis como reinas, ¿verdad María?"). Es el colmo, se las quieren dar de lo más puesto de la zona oeste de la ciudad

Tienes toda la razón, hoy pago yo la ronda, por haberte soltao, que ya te tocaba quedarte a gusto contigo misma y con las demás. A ver cuando mandas a tomar viento los del curro.
Estuvo bien la tarde del sábado.

16 julio 2007

Del amor, según Pío Baroja

Extracto de la obra de Pío Baroja El árbol de la ciencia. Seguramente parafrasea a Schopenhauer. Como mínimo seguro que da pie a pensar, volver sobre Los amantes de Magritte y sacar alguna que otra reflexión...


- Y usted, don Andrés, que es un sabio, que ha encontrado esas teorías sobre el amor, ¿qué es eso del amor?
- ¿El amor?
- Sí.
- Pues el amor, y le voy a parecer a usted un pedante, es la confluencia del instinto fetichista y del instinto sexual.
- No comprendo.
- Ahora viene la explicación. El instinto sexual empuja al hombre a la mujer y la mujer al hombre, indistintamente; pero el hombre, que tiene un poder de fantasear, dice: esa mujer, y la mujer dice: ese hombre. Aquí empieza el instinto fetichista; sobre el cuerpo de la persona eligido porque sí. se forja otro más hermoso y se le adorna y se le embellece, y se convence uno de que el ídolo forjado por la imaginación es la misma verdad. Un hombre que ama a una mujer la ve en su interior desformada, y la mujer que quiere al hombre le pasa lo mismo, lo deforma. a través de una nube brillante y falsa, se ven los amantes el uno al otro, y en la oscuridad ríe el antiguo diablo, que no es más que la especie.
- ¡La especie! ¿Y que tiene que ver ahí la especie?
- El instinto de la especie es la voluntad de tener hijos, de tener descendencia. La principal idea de la mujer es el hijo. La mujer, instintivamente, quiere primero el hijo; pero la Naturaleza necesita vestir ese deseo con otra forma más poética, más sugestiva, y crea esas mentiras, esos velos que constituyen el amor.
- ¿De manera que el amor, en el fondo, es un engaño?
- Sí, es una engaño como la misma vida; por eso alguno ha dicho, con razón: una mujer es tan buena como otra, y a veces más; lo mismo se puede decir del hombre: un hombre es tan bueno como otro, y a veces más.
- Eso será para la persona que no quiere.
- Claro, para el que no está ilusionado, engañado... Por eso sucede que los matrimonios de amor producen más dolores y desilusiones que los de conveniencia.
- ¿De verdad cree usted eso?
- Sí.
- Y a usted, ¿qué le parece que vale más, engañarse y sufrir o no engañarse nunca?

11 julio 2007

Villancico de Boscán

Por seguir (o cerrar) este ciclo de poemas, me gustaría compartir uno de los que me sedujo y acercó a Boscán (Joan Boschá), a veces olvidado por la sombra de Garcilaso, amigo de éste.

Si no os uviera mirado
no penara,
pero tampoco os mirara.

Veros harto mal á sido,
mas no veros peor fuera;
no quedara tan perdido
pero mucho más perdiera.
¿Qué viera aquél que no os viera?
¿Cuál quedara,
señora, si no os mirara?

04 julio 2007

Retrato

Otro poeta exiliado, enterrado en Cotlliure... Me encanta su poesía, y este poema en particular...


RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

Antonio Machado