15 agosto 2006

Estás excusada... no por mi sino por lo que somos...


Estás excusada... no por mi sino por lo que somos...

Ella se portó fatal conmigo, era una lasciva. Mal, sí, muy mal, pero ella no sabe, sólo su cuerpo sabe. Sólo su cuerpo conoce las razones...

Ella se portó fatal conmigo, era una lasciva. El poder encuentra su palanca en el deseo, a partir de ahí se abre paso, ahí se despliega la razón suprema del cuerpo, también de los totalitarismos fascistas. Ella era una lasciva, la carne, la pasión, colmaban sus motivos, era escasa de ese otro algo del cuerpo que denominamos con las palabras "espíritu", "alma", "yo". Era la contrafigura de otro enfermo aún peor: el filósofo.

Ella se portó fatal conmigo, era una lasciva. Está excusada, tras la razón del alma se haya el cuerpo. Pienso en lo que me provoca placer, pienso para evitar el dolor, esto sucede así sin que se haga presente, sin tocar a la puerta y preguntar, de manera espontánea, aflorando desde lo desconocido de nosotros mismos. Ingenuidad estúpida hay tras la creencia de que uno elige lo que piensa, detrás siempre está el cuerpo, sus razones, su química. Tras la razón del espíritu, enmascarada, se haya la razón más poderosa moviendo hilos, la razón del cuerpo. Ésta última gobierna aquella, el resto es mera ilusión. Veamos cuanto me dura esta "verdad" de Spinoza.

Ella se portó fatal conmigo, era una lasciva. No obstante, no hay culpa en la sed de carne. Aristipo de Cirene tenía más razón que Epicuro. La sed aflora sin aviso, no la controlas, es pasión, emoción, es instantánea, ¡quien controla sus disgustos y sus fobias! En última instancia, si todo arranca del cuerpo no puede haber castigo alguno que sea justo. Si no hay elección, ni libertad, autonomía o libre albedrío, no hay nada que reprender. ¡Muerte a los sacerdotes! pero... ¿qué tiene Dios que no muere definitivamente? La moral es un cuento pero también un fármaco contra lo terrorífico de esta verdad: ¡Todo está permitido, incluso el holocausto!

Ella se portó fatal conmigo, era una lasciva. La existencia humana es perversa, es una gran mentira, un fraude en toda la línea, vivimos en un universo de significados artificial y efímero, un sueño entre figuras fantasmagóricas cuyo fundamento está en ese algo desconocido que llamamos cuerpo. Esta es la "verdad" del materialismo. La moral también descansa en la corporeidad, en su historia. Somos más mono que hombre. Tras el eros está la pulsión de muerte, somos seres para la muerte. Hay más muerte que vida. No podía ser de otra manera, se cumple sin excepción el segundo principio de la termodinámica: la entropía crece, un día el universo será el mayor muerto que pueda imaginarse. Frente a la muerte no vale lo erótico, sólo queda el vício, el Marqués de Sade tuvo la mayor de las intuiciones... ¡vivan las bacanales!

Ella se portó fatal conmigo, era una lasciva. El pensamiento es un éxtasis, otro vicio más como cualquier otro. También el filósofo es un pervertido, un completo enfermo que huye de (o busca) su cuerpo a través de orgías conceptuales. Sólo basta un año de estudio serio de la filosofía para darse cuenta de esto. Todos los filósofos sin excepción han sido unos corruptos de ese algo del cuerpo que llamamos "alma", unos viciosos del "pensamiento", unos auténticos pederastas del concepto.

Ella se portó fatal conmigo, era una lasciva. Pero qué es ella sino su cuerpo, ¡también la compasión resultó ser un fraude! Que me perdone Garcilaso, muy pocos saben por qué lo digo. ¡Oh, Garcilaso! ¡Mil perdones! ¿Compartió acaso su cuerpo mis pasiones? ¡No! Por tercera vez se lanzó en volandas, fantasmagóricamente, a otro desconocido mientras yo esperaba. Ahora a él y no a mi le es fiel, el destino no carece de cierta ironía. Muerta la tierra, vive el cielo inteligible y todo en nombre de la carne. En fin, otro concepto más que desecha mi experiencia, otra ilusión más lanzada al estercolero. La compasión es miope, sólo sirve a los idiotas, a los filósofos, a aquellos que viven condenados en el ostracismo. La compasión vivida por los más lleva a la destrucción personal y al genocidio. Ya son dos desengaños, el concepto de "deber" en el pasado y el de "compasión" ahora, el idealismo y un cierto materialismo fulminados por un rayo. En mal día nacieron los filósofos hijos del cristianismo, ¡menudos farsantes! ¡cuanto dolor se podría haber ahorrado el mundo! Y ahora... ¿dónde apoyarse? Habrá que inventar otro concepto, pintar de otro verde, dibujar otra vida, sostenerse en otra metafísica, empecemos por el mal como sugiere Spinoza... Tanto da, al final, tras los colores no hay más que arena de desierto, muerte, habrá que prepararse para el ocaso de una nueva ilusión. Así hasta el final de nuestros días, sólo hay un destino y siempre es trágico, preguntádselo a los griegos, mirad a Edipo, Antigona o Prometeo. Al final tendremos que arrancarnos los ojos cómo el de Tebas.

Ella se portó fatal conmigo, era una lasciva. Estás excusada... no por compasión mía, "dios me libre" del cristianismo horrendo, no por mi, sino por lo que somos: cuerpo... ¡Polvo cósmico enamorado! Bonita expresión para algo tan mezquino.

Edmundo V

2 comentarios:

Antonio García dijo...

Hola:

Buscando sobre la entropía encontré tu blog, la lectura me pareció muy interesante, yo también estoy haciéndome preguntas

“La segunda ley de la termodinámica, la Ley de la Entropía, plantea que la materia y la energía sólo pueden cambiar en un sentido, esto es, de utilizable a inutilizable, de disponible a no disponible, de ordenado a desordenado. Los seres vivos parece que son capaces de moverse en dirección contraria al proceso entrópico, pero esto es así temporalmente, porque pueden absorber energía libre del entorno, incrementado su complejidad y organización. El ser humano al ser una especie con un gran desarrollo evolutivo y elevado peso necesita un gran flujo de energía para su existencia.

Además por su capacidad de raciocinio ha podido desarrollar instrumentos para poder captar o utilizar en su provecho una mayor cantidad de energía que la que le llegaba directamente del sol o la que podía consumir a través de los alimentos, donde se encuentra energía solar fijada mediante el proceso de fotosíntesis.

De esta forma el ser humano despliega, en un primer momento, la capacidad de utilizar la energía contenida en la madera que se libera a través de su combustión, así como aprende a utilizar la energía del viento y el agua. Con el advenimiento de la revolución industrial, se produce un salto cualitativo, se recurre a la utilización de los combustibles fósiles como forma de incrementar la capacidad de trabajo humano.

Sin embargo la Entropía es incompatible con el crecimiento cuantitativo indefinido, que está basado en el consumo creciente de fuentes energética de carácter finito, y por consiguiente con el concepto de ‘progreso’ sin límite.

Cada disminución localizada de la entropía, por la acción del ser humano o de una máquina, va acompañada de un aumento aún mayor de la entropía del entorno; tal acción sólo se puede llevar a cabo a través de la utilización de energía concentrada –ordenada, disponible o utilizable- que después de su aplicación o transformación pasa a un estado disperso, no disponible o desordenado.”

Ramón Fernández Durán. La explosión del desorden.

“No nos envanezcamos demasiado de nuestra victoria sobre la naturaleza, porque ésta se venga de cada una de nuestras victorias...”

Friedrich Engels. Dialéctica de la Naturaleza

Como ejemplo sirva lo que se ha dado en llamar la ‘conexión hamburguesa’, donde la carne bovina que se consume por los seres humanos es la causante de la deforestación de la Amazonia, pues en esta se talan los árboles de grandes superficies para introducir ganado vacuno y extraer su carne.

saludos

Edmundo V dijo...

Hola Antonio,

Entre el ser humano y el entorno se establece una relación original. Si bien los animales se adaptan al medio, el hombre, por el contrario, adapta el medio a sus necesidades, humaniza el medio podríamos decir. Este hecho, sin lugar a dudas, no es gratuito, la naturaleza alterada origina nuevas problemáticas a las que el ser humano debe enfrentarse.

En este sentido, el enfoque acerca de la cuestión entrópica que aludes a través Ramón Fernández es muy discutible. No creo que haya una relación causa-efecto directa entre el desarrollo de lo social y un mayor consumo energético. De hecho hoy entra dentro de lo posible niveles sociales de organización material de alta complejidad con un bajo consumo energético y, por tanto, un escaso impacto ambiental. Por tanto, esa cota al "progreso" que pone Ramón Fernández es muy discutible.

Si quieres podemos intercambiar impresiones acerca de la cuestión de la entropía, es un tema que a mi también me interesa mucho. Mi dirección de correo es edunun[at]gmail.com.

Edmundo V