18 mayo 2008

El plátano resucitado

Como bien dejó entrever nuestro amigo Ivan, sí hubo una historia de un plátano que resucitó, no al tercer día... pero bueno. Está fue su historia, quien la quiera entender que la entienda quien no que siga en su desazón.


Lloraba en cualquier parte de su cuerpo, en los labios, en el pelo, en las manos. Los ojos sólo restaban impasibles a las circunstancias. Yo no lo sabía, pero sí me quería de verdad y el amor es algo tan sutil, tan guardado e íntimo que uno se estima más dejar de creer en la cordura que no restar bajo el absoluto desconcierto de la vida. Yo, aunque no me creáis, no lo sabía.

A mí me mataron muchas veces. A veces sólo eran heridas profundas pero otras veces eran muertes. Mi corazón latía pero mi mente moría. Sólo el suelo frio del pasillo y mi cara pegada a él intentaban devolverme la vida. Luego el agua en la bañera, fría, impávida a las circunstancias, intentaba devolverme la vida. Y si volvía en sí era por qué sí, por qué sí.

La carne, la astúcia, la sin razón tenían cabida en la persona que quise y en la que no quise. No tuve paciencia, no la tuve. Había demasiado esperpento en mi vida para tener paciencia, no quise esperar más. Era esta la oportunidad que me devolvían, que me debían, no sé qué o no sé quién, pero me daban un nuevo comienzo para volver a caminar, las circunstancias eran ignorantes de lo ocurrido antaño y seguían derribando muros para construirlos de nuevo.

Mi espiral no tenía fin... Un plátano como yo, que puede decir de las circunstancias. Debía morir simbólicamente, porque ella no me quería, no creía que me quisiera por el resto de los años de mi finita vida, aunque el espiral no tuviera fin. Y allí fue cuando me desangré de desilusión y mis ojos no lloraron por mí ni por ella, lloraron por el dolor, por el dolor que no nace de la vida sino de la misma muerte.

La tormenta despertó. Me siguió mientras yo la seguía. Me gritó mientras yo la escuchaba, me suplicó mientras yo lamentaba y me regaló un libro mientras yo resucitaba.

No fue al tercer día, no. He aprendido que con el tiempo los plátanos no nos morimos del todo, siempre nos quedan unas circunstancias que abren las puertas del oxígeno y ni la lejía, ni el agua fría, ni el hielo del suelo pueden compararse con esa paralela que uno crea a parte de su espiral.


2 comentarios:

Unknown dijo...

astucia se escribe sin tilde en castellano

Shelley dijo...

Sí, tienes razón.

Supongo que el error es culpa del bilingüismo porque en catalán astucia va con tilde.

Aún así y a pesar de la crítica me hubiera gustado que no sólo corrigieras mis faltas de ortografía. Espero que te haya gustado la historia.