Mientras nos pajeamos mentalmente acerca del sexo y la masturbación (la ciencia y la filosofía) algo está sucediendo que es mucho más trascendental para el futuro de eso que somos, a saber, algo que tendrá como un simple corolario sin importancia alguna que la propia masturbación supla para siempre el sexo y acabemos siendo todos hijos vitro... los seres humanos ya no nos reproduciremos se nos criará...
Supongo que ya estáis imaginando a qué me refiero. Lo que está en marcha ya es una nueva revolución tecnocientífica: la biogenética y la engeniería genética. No se trata tanto de pensar si sí o si no usarla, este dilema pertenece al pasado, ya se usa, luego el tema ahora es
cómo se usa. El rasgo más elemental de la biogenética es que todo organismo vivo, humano e inhumano, es manipulable. Por tanto, la naturaleza (humana e inhumana) está siendo “desustancializada”, ya no puede decirse que hayan esencias últimas en lugar alguno, busque donde se busque, que sean constitutivas de eso que somos. Esto no supone sólo el fin de la “naturaleza humana” (si alguna vez la hubo) sino el fin de la naturaleza misma. Hegel y Marx se partirían de la risa pues, definitivamente, eso que somos ya no puede reducirse a un “qué”, a un
quid, a una esencia, nadie podrá venir ahora con su índice y decirte: ¡tú eres esto! Si en los dos últimos siglos nos hemos cansado de afirmar que “Dios ha muerto” y que, por tanto, nuestros valores no descansaban en cielo divino e inteligible alguno, que la autoridad moral constituida en nuestro
superyo era una creación cultural de nosotros mismos, la revolución biogenética es ahora, a un mismo tiempo, la confirmación última de que tampoco hay metafísica, sustancia, esencias últimas constitutivas de la "naturaleza humana". Eso que denominábamos "nuestra naturaleza humana” (e incluso la naturaleza en general) va a pasar a ser ahora y para siempre un
producto humano, va a quedar sujeto a nuestra cultura, a nuestra red simbólica, a la objetivación del espíritu -diríamos en términos de Hegel-. El hombre definitivamente juega a ser Dios, en su manos está la "selección prenatal" y la inmortalidad, esto es, el dominio sobre la vida y la muerte.
Los dilemas morales que están por venir y formarán parte de nuestra vida cotidiana serán radicalmente nuevos: ¿Por qué mi madre escogió por mí mis ojos azules si me gustan negros? ¿Por qué eligió para mí una alta capacidad para las matemáticas si lo que de verdad me interesa ahora es la literatura? ¿A los dos minutos del nacimiento de mi hermano sé que cuando cumpla 30 años tendrá un 99% de probabilidades de morir tras un sufrimiento horroroso de año y medio, debo contárselo o ejecutarlo sin que sufra? ¿Por qué si me crearon genéticamente para ser perfecto en esta disciplina hay otros que son mejor que yo? ¿Si no trempo porque tengo una deuda simbólica y soluciono mi problema genéticamente en qué otra nueva patología se traducirá mi falta simbólica? ¿Si mis rasgos no son dados sino elegidos entonces qué soy? ¿Para qué fomentar el valor del estudio si podemos manipular genéticamente los fetos para que salgan con una inteligencia superior a la normal? etc.
Y todo esto no es lo preocupante. Esto
sólo supone que debemos repensar con urgencia la ética, qué pasará a ser una persona y su dignidad, cuáles serán la nuevas condensaciones de significados a partir de los cuáles dotaremos de sentido nuestra vida, etc. Lo desastroso y más alarmante es que esta revolución antropotécnica se está dando en el marco de una sociedad en que dominan unas relaciones sociales de poder a las que sólo interesa incrementar los beneficios y asegurar la reproducción ampliada del capital, tanto es así que ya las multinacionales están patentando nuestros códigos genéticos y si quieres tener acceso a éste o aquel código de tus genes que pueden salvar tu vida entonces, ya sabes, ¡pasa por caja! Si al final, como siempre, la ciencia y la técnica en sí no son lo malo o lo bueno sino el uso que se haga de ellas y, claro está, en el marco de las relaciones sociales capitalistas el tema no va a dar para lanzar muchos cohetes. Lo mínimo que cabe pensar es que la nueva revolución biotécnica dé con nuevas diferencias sociales entre los aptos y no aptos genéticamente hablando, que tal y como muestra la genial película
Gattaca estén los hijos de Dios, los que son producto del antiguo azar genético, y los hijos de la voluntad humana, esto es, aquellos cuyos genes son el producto de la ingeniería genética.
Podemos seguir practicando el onanismo acerca de la masturbación y el sexo pero, en realidad, la propia masturbación, el sexo, la familia, el deseo, en definitiva, todas las categorías tradicionales con que veníamos pensando la realidad, en breve, serán, simple y llanamente, historia.