18 agosto 2008

La continuidad de los parques

Para los y las cortazistas ;)


Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.


Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

Julio Cortázar, La Continuidad de los Parques (Final del juego, 1956)

6 comentarios:

Edmundo V dijo...

En un seminario tratamos de este cuento, de cómo el relato, igual que cierta interpretación de materialismo histórico, sigue la topología de la banda de Möbius ...

Algún día lo repetiremos con las amantes (y los amantes) de Cortázar.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Sería genial que (re)hagan un seminario sobre Cortázar, aunque la tristeza de este comentarista pueda aumentar con eso, ya que vivo varios kilomentros de ustedes, en América, deberian publicar vuestros textos online, eso sería espléndido.

Romina dijo...

Gracias a este cuento descubrí a Cortázar... Me impactó tanto aquel final, aquella continuidad, el cómo el autor supo mezclar lo real y lo fantástico... Es genial.

Otro cuento que me gustó mucho fue uno llamada "La salud de los enfermos", lo recomiendo.

Saludos.

Anónimo dijo...

Qué bonico Cortázar. Me alegra volver a bucear por la página del Club y encontrarme este tipo de sorpresas.

Sigamos pues buscando a la Maga.

Abrazos desde el otro lado del océano.

patricia

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Me encanto ese cuento a penas lo termine. Es casi palpable con las manos, los sentimientos expuestos contorsionan mi alma como si alguien me mostrara una película fatídica.
Hay cosas que desearíamos nunca terminaran más aún sabemos que es necesario acabarlas y quedarnos pensando en ellas, creando mas historias en nuestra mente.
Quisiera encontrar mas historias así de buenas...