13 diciembre 2007

El creyente


A
fortunadamente para él,
nada de lo que hiciese o deseara hacer
podía perturbar ese orden oculto que hace acontecer las cosas.

Sumido en la niebla de lo que no se cuestiona,
cada acto se interpretaba después,
al decidir que la causa de aquéllo era lo que se había decidido ahora como efecto de lo otro.

Así, trascendentemente, vivía ajeno a toda responsabilidad.

Feliz -aunque, por momentos, temeroso de esa determinación superior e incomprensible-
se encontraba el esclavo del Destino,
mientras observaba la extraña desazón de los que creían tomar decisiones
abanderados en la ilusión de ser libres.

5 comentarios:

Shelley dijo...

Sino tenemos la opción, la libertad o la decisión ¿a qué nos condenan? No sigas, huye, aunque sea a tu manera. ¿No?

Ender el Xenocida dijo...

El esclavo del destino no puede huir a ninguna parte, porque sería la huída su destino y no habría huído.

El iluso de la libertad tampoco puede huir de ella: si lo hace se dirá que lo hizo porque era libre de hacerlo y tampoco habrá huído.

En mi opinión, son dos metafísicas: la de la libertad y la de la esclavitud.

Shelley dijo...

Bueno entonces hablamos de Edipo rey ;) Huía de su destino pero en la huída seguía su destino y él creyó hacerlo en total libertad. A decir verdad lo fácil es creerse eso, soy un juguete del destino y/o tengo la libertad de elección. Me refería a que huyeras de eso precisamente. La opinión y la decisión (sino quieres no hablo de libertad) se confieren precisamente a un salvoconducto, es una manera de regresar por donde jamás nadie ha ido. Tomar ese sendero nos aleja de Edipo, Hamlet y demás fantasmas.

Ender el Xenocida dijo...

¿Y cómo lo harías?
¿Puedes poner un ejemplo concreto?

Shelley dijo...

Uno se construye su propio sendero. Un ejemplo concreto: mirar cómo llueve por la ventana mientra el frío se alberga en tu cara.
O cuando se derrama la leche hirviendo y hay una décima de segundo que crees que puedes evitarlo sabiendo que no va ser posible.
Cuando lees en un libro: "como esto, nunca, nada". O lees aquello de "andar al garete" y te quedas muerto por momentos.
O quizás cuando alguien te hace daño y te importa tanto que quieres olvidarlo y lo que haces es padecer el padecimiento como un imbécil.
El camino es el sentir, hasta lo más infinito y me refiero al espacio de oxígeno que aún, que TODAVÍA nos queda, amigo ender.