11 septiembre 2012

2.- Caminante

Caminante no hay camino...”

Sin saber muy bien cómo, esa frase de aquel olvidado poeta enterrado en el país vecino le salió de los labios. Estaba totalmente aterrado, caminaba ya sin rumbo, por propia inercia... Y se puso a recordar lo último que le había sucedido...

Después de abandonar el portal donde estaba aquel niño que parecía sacado de una película japonesa de terror, fue en busca de su vehículo. Sabía perfectamente dónde lo había dejado. Cruzó la esquina a la izquierda, pero donde debía encontrarse su vehículo no había nada. A decir verdad, el coche no estaba, pero sí que había algo. En el bordillo donde debía estar su Opel Corsa amarillo se encontraba sentada una mujer joven, morena de cabellos ondulados.

Al principio se enfureció y quiso ir decidido hacia ella a preguntarle qué demonios había pasado con su coche. Pero no pudo, cuando se encontraba a un metro de ella se detuvo petrificado. Desconocía porqué se detuvo, sólo sabía que aquella mujer joven, morena de cabellos ondulados, ojos miel y bella, aunque estaba de espaldas y no le veía el rostro, la conocía. La conocía pero no la recordaba. Aun así se puso a temblar. Deseó salir corriendo. Y lo hizo, sólo después de que ella sin girarse hacia él siquiera le dijera:
  • “Me enamoraría de ti si no te conociese”.
Quiso responder pero las palabras no salieron de su boca y salió corriendo. El terror se apoderó de él. Nada de lo que estaba viviendo tenía sentido. ¿Era una pesadilla? ¿Estaba muerto y en el limbo? Además se dio cuenta de que seguía lloviendo pero su ropa estaba seca cuando debería de estar mojado hasta los huesos.

Dejó de correr y simplemente caminó. Intentó volver al portal, pero cuando llegó a él observó que ahora ya no había nadie, ni el niño tétrico ni el hombre absurdo. Así que siguió caminando, y pensando en dónde demonios estaba...

Además de analizar las extrañas frases del niño y la chica que estaba seguro conocer pero no recordaba, de la desaparición de su vehículo, del hecho de que la lluvia no le calaba había algo más en toda esta actividad que él mismo describía como paranormal. Tampoco recordaba de dónde había venido en coche ni hacia dónde se dirigía ni en qué ciudad estaba. ¿En qué trabajaba? ¿Cómo se llamaba?

Con toda esta confusión no reparó en que había cambiado de barrio. Ahora las calles eran más estrechas, el ambiente más cerrado y mohoso. Unos gatos se peleaban por los restos de un pescado que habían encontrado en un contáiner de basura. Quiso mirar el nombre de la calle donde estaba, por poder tener algún conocimiento real. “Calle del Caballero de la Triste Figura”. Al final de la calle había una luz. Al ir acercándose se enteró de que eran los letreros de un establecimiento, un bar seguramente. El letrero rezaba “Club de la Luna Llena”...

03 septiembre 2012

1.- Y quiero

... y te quiero escribir, y no sé cómo ...”

Estas fueron las últimas palabras que escuchó de la canción antes de apagar la radio bruscamente. Había estado un rato escuchando el disco con las canciones de su amigo en el coche estacionado. No soportó oír esas palabras y le enfurecieron. Demasiados recuerdos que no quiso volver a visualizar. Salió del coche como un rayo, sin acordarse de coger el paraguas y el periódico.

  • Joder con la puta lluvia! –murmuró mientras corría por la calle buscando un balcón donde resguardarse debajo.

Acabó por encontrar un rincón donde podía estar a salvo del chaparrón y esperar a que se calmaran las aguas. No estaba sólo debajo de aquel portal.

  • Buenas tardes, joder, menudo chaparrón, eh? – dijo él por no sentirse demasiado incómodo.
  • Buenas tardes señor – respondió un mocoso de unos cinco años, con la cara sucia y la ropa que no era precisamente nueva y que además le venía demasiado grande.
  • Hola, sí, llueve – seco, muy seco respondió el hombre barbudo que acompañaba al niño y que supuso sería su padre.

Estuvieron así callados viendo la lluvia que no cesaba un buen rato. A él no le molestaba tanto la lluvia como la incomodidad de la situación. El niño no dejaba de mirarle a él fijamente y su padre, o quién demonios fuese, mostraba con su rostro de psicópata sus nulas ganas de hablar con él.

  • Te conozco
  • ¿Cómo? ¿De qué? – respondió él, sobresaltado por la inesperada afirmación del mocoso.
  • Siempre que llueve te resguardas aquí con nosotros. Nunca coges el paraguas y en esta ciudad llueve todos los días. Ésta es tu trinchera.
  • Jajaja, ya, claro, claro.

Pensó que el niño habría escapado del loquero o que debía esnifar pegamento. Fuese lo que fuese no estaba cómodo así que decidió que era mejor mojarse que acabar diciendo tonterías como el niño siniestro.

  • No encontrarás tu coche. No mientras no recuerdes.

Ni le respondió. Maldito crío del demonio. “Dios, hay más locos fuera del manicomio que dentro” dijo para sí mientras abandonaba el condenado portal y salía bajo la inmensa lluvia a buscar de nuevo su vehículo...